Gladys Montolio
Gladys Montolio es gestora comunitaria y poetisa de la diáspora dominicana. Su papel es vinculante con su presencia como pedagoga en el sistema oficial de la educación en la ciudad de New York. En todas las circunstancias de su presencia actuante, se ha relacionado con el desarrollo de la comunidad latinoamericana.
Pertenece a la generación de los (as)escritores (as) de los años 90s. Sin embargo, su actividad cultural se ha acentuado en las dos últimas décadas del siglo XXI. Su aprecio por la cultura le ha convertido en la mayor depositaria femenina de la actividad de la presencia artístico-literaria de nuestros bardos; tanto los del orbe dominicano como los inmigrantes de otras latitudes.
En el orden de su creación literaria, la publicación, Vivencias (2007), presenta un escenario de recuperación de la voz que nombra, y que se realiza como individualidad de la ilusión y el anhelo. En esta primera incursión, su horizonte literario de relaciona a la necesidad de un instrumento del hacer como rectitud del vivir. Sin agobio por el existir, se apresura a soñar con la nostalgia de la felicidad. Describe al ser desde la óptica del despertar. Esta fase romántica describe el universo con un nacer perpetuo: el rocío sonriente que espera siempre después de una noche eterna sin luz.
En la obra, Arcoíris de inocencia (2011), la palabra se transforma en el juego de la brisa de una flor. El verso se combina con el brillo del iris perpetuo de quien no sabe su nombre. Titirita de frío molecular al desamparo de la infancia, y al callejón hipotético del devenir. Al crujiente movimiento del infante que no puede adivinar el futuro incierto de los miedos y dolores que acompañarán el advenimiento a la luz, y el desarrollo incierto de un adulto petrificado y traumatizado por sus iguales. Describe la época dorada como un signo del miedo en la época de la modernidad y la indiferencia.
Su reciente trabajo que abarca cuatro poemas en la antología, Colección Poética/Lacuche 2017, presenta un panorama nihilista de la esperanza. Su desgarradora prosa-poética nos permite un horizonte postmoderno de desilusión. En el poema “Noches estranguladas”, niega la pertenencia del yo al idilio.Aflora la culpa como bálsamo de lo desesperante. Las imágenes son tropos subyacentes donde lo subterrenal asoma como pretexto de una condición con mácula. En el segundo trabajo, “Diosas alborotadas”, la esperanza surge en el pasado como catarsis mítica. La voz en tercera persona intenta pisar como recuerdo un abismo de lucidez que hace imposible en el presente eterno la ilusión del convivir. La poetisa niega su presente y condena su pasado palpitante. La utopía como vuelo acaece en la imposibilidad actante. En “Conciencia”, se avalanza la voz prometeica contra el síntoma de la descomposición humana en la postmodernidad. Su clamor en las vetas de la soberbia humana transparentan su protesta en un mundo decadente y pernicioso. Agorera de la progenie de sus ancestros belicosos, la voz del que clama la justicia revienta en el eco de todo silencio sospechoso del mal. La poetisa se hace trizas en la visión del dolor ajeno. Su último trabajo antologado, “Descarnada”, es la “biografía” que perfila y ventila el paso del tiempo por el laberinto del ser. Somos aquellos también lo que vivimos y no deseamos. Somos la pérdida además de aquello que fue el fantasma de la ilusión. El poema de naturaleza metafísica incursiona en “aquello” que gestó la arcadia, y que no fue permanencia absoluta en el camino…en estos versos la vida cobra sentido con su negación perpetua.